Un equipo de investigadores decidió hacer unos estudios para identificar las causas por las que las tortugas se han convertido en una de las especies más longevas del planeta.
Desde hace cientos de años, estos reptiles han sorprendido por su envejecimiento y por su gran capacidad para sobrevivir durante largos periodos de tiempo como Jonathan, una tortuga gigante de 190 años que ha sido noticia por ser el animal vivo más viejo del mundo.
Los estudios publicados en la revista Science lograron determinar que los rasgos químicos o físicos (como los de sus caparazones) y la capacidad de desactivar su envejecimiento con un proceso gradual de deterioro celular y de sus órganos vitales, podrían estar detrás de la gran longevidad de muchas tortugas.
Una de las investigaciones fue realizada por la Universidad del Sur de Dinamarca, la cual logró determinar que estos reptiles han encontrado la forma de ralentizar su proceso de envejecimiento permitiendo reducir el riesgo de muerte por una avanzada edad.

Los investigadores constataron que el patrón de envejecimiento en estos animales no se asemeja al de los humanos u otros animales: la mayoría de ellas envejecen más lentamente y, en algunos casos, es insignificante.
De las 52 especies analizadas, el 75% mostró un envejecimiento extremadamente lento, mientras que en el 80% era más lento que en los humanos.
De acuerdo con el estudio, algunas de estas especies pueden reducir su vejez en respuesta a las mejores condiciones de vida en zoológicos y acuarios, en comparación con la naturaleza.
Algunas teorías evolutivas predicen que la senescencia (envejecimiento) aparece después de la madurez como una compensación entre la energía que un individuo invierte en reparar los daños en sus células y tejidos y la que destina en la reproducción, para que sus genes se transmitan a las siguientes generaciones.
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Esta compensación implica, entre otras cosas, que tras alcanzar la madurez reproductiva los individuos dejan de crecer y comienzan a experimentar la senescencia, un deterioro gradual de las funciones corporales con la edad.
Las teorías predicen que estas compensaciones son inevitables y que el envejecimiento también lo es, lo cual se ha confirmado en varias especies de mamíferos y aves.
Sin embargo, se cree que los organismos que siguen creciendo después de la madurez reproductiva, como las tortugas, tienen el potencial de seguir invirtiendo en la reparación de los daños celulares evitando los efectos nocivos de la vejez.
Los investigadores reconocieron que estas condiciones no implican que estos animales sean “inmortales” sino que su riesgo de muerte simplemente no aumenta con la edad, pero finalmente fallecerán por causas inevitables como una enfermedad.
El papel del caparazón
El segundo estudio fue liderado por las universidades estadounidenses de Penn State y Northeastern Illinois y se concentró en evaluar datos de 107 poblaciones de 77 especies de reptiles y anfibios.
Los análisis permitieron identificar que algunos fenotipos protectores, como el duro caparazón de la mayoría de las especies de tortugas, contribuyen a un envejecimiento más lento.
“Si podemos entender qué permite a algunos animales envejecer más lentamente, podremos entender mejor el envejecimiento en los humanos y también informar sobre las estrategias de conservación de reptiles y anfibios”, indicó David Miller, científico de la Penn State.
La expertos manejan la hipótesis de que los fenotipos protectores de los animales con armaduras, espinas, caparazones o veneno, tienen un envejecimiento más lento y una mayor longevidad.
El equipo de científicos documentó que estos rasgos protectores permiten a los animales envejecer más lentamente y vivir mucho más tiempo que los que no tienen fenotipos protectores.
“Estos diversos mecanismos de protección pueden reducir las tasas de mortalidad de los animales porque no son devorados por otros. Así, es más probable que vivan más, y eso ejerce presión para que envejezcan más lentamente”, indicó Reth Reinke, experto de la Northeastern Illinois.
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